Se pudiera admitir que la cantidad total
de agua que existe en la Tierra, en sus tres fases: sólida, líquida y gaseosa,
se ha mantenido constante desde la aparición de la Humanidad. El agua de la
Tierra - que constituye la hidrósfera - se distribuye en tres reservorios principales: los
océanos, los continentes y la atmósfera, entre los cuales existe una
circulación continúa - el ciclo del agua o ciclo hidrológico. El
movimiento del agua en el ciclo hidrológico es mantenido por la energía
radiante del sol y por la fuerza de la gravedad.
El ciclo hidrológico se define como la secuencia de
fenómenos por medio de los cuales el agua pasa de la superficie terrestre, en la
fase de vapor, a la atmósfera y regresa en sus fases líquida y sólida. La
transferencia de agua desde la superficie de la Tierra hacia la atmósfera, en
forma de vapor de agua, se debe a la evaporación directa, a la transpiración por las plantas y animales y por sublimación (paso directo del agua sólida a vapor
de agua).
La precipitación puede ocurrir en la fase
líquida (lluvia)
o en la fase sólida (nieve o granizo). El agua
precipitada en la fase sólida se presenta con una estructura cristalina, en el
caso de la nieve, y con estructura granular, regular en capas, en el caso del
granizo.
La precipitación incluye también incluye el agua que
pasa de la atmósfera a la superficie terrestre por condensación del vapor de
agua (rocío)
o por congelación del vapor (helada)
y por intercepción de las gotas de agua de las nieblas (nubes que tocan el
suelo o el mar).
El agua que precipita en tierra puede tener varios
destinos. Una parte es devuelta directamente a la atmósfera por evaporación.
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